VIAJE A MARRUECOS

VIAJANDO A MARRUECOS

La palabra era ansia, sentía ansia por viajar, sobre todo a África.
Ha sido uno de los momentos más importantes de mi vida, uno de los más intensos y especiales, donde he descubierto muchas cosas de mí misma y del resto del mundo.
He aprendido que soy capaz de aprender, de olvidar prejuicios y abrirme a lo nuevo.
Pero lo primero y lo último, lo esencial, es que los niños-as han marcado y marcarán mi vida.

Regresaba a mi inocente niñez cuando entré en la primera de las aulas marroquíes. Me veía con mi babi blanco, en la fila y de la mano de mi compañera de banca. Repitiendo y cantando como diría Machado, mi lección.

La pobreza y el respeto. El miedo y la vergüenza. La necesidad y el tesón. La responsabilidad y el juego.

El tenerse sólo a una misma, el depender de ti mismo, las ideas claras de una vida que premia a los que se esfuerzan, un verdadero objetivo en un verdadero futuro.

¿Recordáis la película “Bienvenido Mr. Marshall”?
Creo que si los americanos se hubieran detenido y bajado en lugar de pasar a todo gas se hubieran sentido como me sentí yo en cada uno de los centros que visité.

Cuatro días, a una media de cuatro centros diarios hacen un total de dieciséis centros docentes: urbanos, rurales, de primaria, de educación secundaria, formación profesional, formación no reglada…; pero me quedo con la escuela coránica de Chechaouene.
La leche y los dátiles frente al té y los delicados pasteles. El queso y las aceitunas bajo un olivo .
La charla con un comerciante de Asilah tras haber cerrado un trato; ese cliente que se acaba de transformar en amigo.
En cada escuela un regalo que nunca será abierto ante tus ojos por delicadeza a tu persona.

Pero mis recuerdos eran sólo una nube de la realidad de los lugares que visité, donde la alegría de los niños y la hospitalidad y el cariño de las personas me hicieron pensar en como recibimos aquí a los emigrantes marroquíes.

Sentí vergüenza ajena y un dolor profundo al comprender como actúa el miedo y desconocimiento en la mayoría de las personas.
Donde se me abrieron las puertas con premura, cariño, alegría, entusiasmo y veneración: amistad y respeto, España devuelve el miedo del que sabe que en realidad no merece la autoridad moral que se le confiere porque no es mejor por ser de occidente.

España mira con recelo el oriente que se acerca como si de una nueva invasión árabe se tratara, como si supiera que esta vez no habrá posibilidad de reconquista.

No me importa decir que he sido conquistada con gran cariño y una oriental y exquisita educación que llega de muchos siglos atrás.