Alma de Adán,
que de un salto
espantas petirrojos en el monte
y conviertes en espuma de nata
el mar y las arenas.
Como loco
me seguiste a la ciudad,
correteando portales,
garajes y trastiendas.
Ni susurros ni aullidos;
duras zarzas de polvo y tierra.
Tiritan de frío los cristales,
se cierran por miedo las cancelas,
y yo, me escondo de ti,
esperando asustada la tormenta.
Pero cuando viene en un latido masculino, agreste, fuerte... y dulce.... abre las ventanas de para en par.
ResponderEliminarbesos