Tras el vaho del espejo,
amanece una infértil diosa cuaternaria:
ubres desbordándose en un vientre
redondo e inmenso como el orbe.
Al otro lado del cristal,
se viste y se perfuma
la mujer que se sube a los tacones.
A las siete en punto, cada paso,
persigue a los gorriones que perdió la ciudad.
Los lobos del miedo...¡no tienen dientes!
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